domingo, 20 de marzo de 2011

Fløibanen

Ayer, 19 de marzo, día del Padre español y, aprovechando que lucía un sol que no suele dejarse ver por estos lares, nos aventuramos a dar una "vueltica" por las cercanías de casa. Fuimos a la montaña de Fløyen y lo hicimos en el funicular de Fløibanen, una de las grandes atracciones con las que cuenta Bergen.


Creado en 1918, se eleva desde los 18 metros de la estación de Vetrlidsalmenningen hasta la cima de Fløyen, a una altitud de unos 320 metros. No hace falta que os diga lo increíble de la vista de la ciudad desde arriba...


Una vez arriba, los bergenitas aprovechan para hacer esquí de fondo, trekking, barbacoas y otras actividades festivas. Nosotros, como si fuéramos futbolistas brasileños en Navacerrada, nos dedicamos a jugar en la nieve y a pasarlo bomba.




Después de quemar energías y tomar un tentempié en la terraza de Fløyen, bajamos en el funicular para aprovechar el sábado.


Y, a pesar del frío, el sol invita a merodear por el puerto y envidiar a los afortunados que van a pasar el fin de semana en su barco.



Por la noche ví sucumbir de nuevo al Atleti contra el Madrid, hay cosas que nunca cambian, aunque estemos en Noruega...



jueves, 10 de marzo de 2011

Burocracia

En Noruega no se libran no nos libramos de la Burocracia. El pasado viernes 4 de marzo, después de llevar sólo un par de días aquí, nos dirigmos a las oficinas del NAV ("Norske Arbeids- og Velferdsforvaltningen", vamos, "el paro", para entendernos). Por dentro, nada en especial: mostradores numerados, el cartelito electrónico de la pescadería con el "su turno", ordenadores, mesas, despachos y sillones para esperar. Pero lo que le diferencia del nuestro es que no hay que hacer cola en la calle hasta que abren, no se acaban los números y no hay que perder el día allí hasta que te atiendan, por ligera o pesada que sea la gestión.


Allí llegaron esta pareja de españolitos, rezando para que no nos tocara un "callo" y que nos pudiéramos hacer entender en inglés, ya que no hablábamos noruego. Tenemos suerte y el funcionario es un tio bastante majo (cosa habitual aquí). Nos pide disculpas porque dice llevar poco tiempo trabajando en NAV y se pone manos a la obra. Nos informa de que para poder cobrar la prestación en Noruega, primero tengo que tener un D-Number o número provisional de extranjero para realizar gestiones con la Administración. Ese trámite dura aproximadamente tres semanas, y envían la documentación a casa. Así que hasta que no tenga el dichoso D-Number no voy a ver un duro del estado vikingo.


Otra gestión que nos acercamos a realizar es la de los cursos de noruego. El funcionario del NAV nos recomendó ir a la Nygård Skole o a la Folkeuniversitetet. Tras mirar en internet el tipo de cursos, los plazos y los precios, elegimos la Nygård Skole. Allí nos recibe una señora noruega casada con un asturiano, y habla español a las mil maravillas. Nos pregunta el número de años que hemos estudiado de primaria, secundaria y educación superior, para clasificarnos en un perfil de estudiante. Nos informa de que hace falta un número mínimo de personas para empezar el curso, y que hasta que no se llegue a él, nos toca esperar. Además, necesitamos registrarnos en correos para recibir la comunicación de la escuela, por tanto, otro trámite que tenemos que realizar.


Lo de correos  es bastante curioso. Casi cada supermercado aquí, en Bergen, tiene una pequeña oficina de correos (Posten) en él. Pues bien, nos dirigimos a un centro comercial del barrio para darnos de alta en correos y la funcionaria, muy amable, nos informa de que sin un número de identificación (es decir, el D-Number, por ejemplo), no podemos registrar un domicilio en Noruega. Por tanto, si para recibir correo hay que tener antes un D-Number, y el D-number te lo envían por correo a casa, ya nos hemos encomendado a todos los santos para que se aclare este entuerto burocrático.


Otra de las posibilidades que contemplamos es la de inscribirnos en una oficina de trabajo temporal. Tiramos de internet y buscamos el Adecco más cercano a casa. Así que este par de españolitos, tapados hasta las cejas por la nevada que cae, se dirigen a la oficina que hay al lado del Bryggen. Allí nos dicen que a la oficina de Adecco uno no va nunca, que se hace todo via web. Pues nada, a dejar el curriculum en la web. Se acabó el trato personalizado del explotador temporal...


La semana que viene habrá una feria del empleo en Bergen, a la que acudiremos puntuales para ver si sale alguna cosilla. Además, he "aplicado" a algunos curros vía Internet, dos de ellos para el Instituto Hidrológico de Noruega. A ver si hay suerte y podemos celebrarlo.


Aquí os dejo algunas fotillos del "pueblo" en el que vivimos. Esperamos que os gusten:








jueves, 3 de marzo de 2011

Más 1

Sí, más uno podría ser la temperatura que hay por aquí. Pero no, como adivináis, es el primer día completo de nuestra andadura en Noruega.

El día de ayer fue muy largo. Virginia y yo arrancamos con ese cosquilleo que se tenía antes de hacer un examen. Después de un momento de locura de pasar y repasar todo lo imprescindible que debíamos llevarnos, salimos para el aeropuerto.

La terminal 1 de Barajas bullía en el frenesí que nos tiene acostumbrados. Gente yendo y viniendo, voces, carreras y controles de seguridad a pleno rendimiento. El primer tropiezo lo tenemos con el cargamento de chacinas necesario para los momentos de morriña. El guardia de seguridad le mete mano al lomo y al chorizo ibérico envasados al vacío y a la tartera de jamón de Trévelez. Lo palpa con interés, intentando descubrir un arma de destrucción masiva, y al final da su visto bueno. Respiramos tranquilos...

El vistazo al panel de vuelos nos dice que el nuestro con Ryanair destino a Oslo-Rygge tiene la puerta de embarque C-36. Nos incorporamos a la cola de resignados viajeros de aerolinea lowcost y esperamos religiosamente el turno. El vuelo de 3 horas y media no da más problemas que las contínuas interrupciones para vendernos comida y bebida (4 ocasiones), cigarrillos sin humo (2 ocasiones), rasca y gana (2 ocasiones), productos duty-free y alguna que otra tarjeta teléfonica.

A las tres en punto, como estaba prometido, aterrizamos en Rygge. Un mar de nubes se confunde con la nieve que se deja ver en algunos crestones montañosos que se atreven a romper esa barrera de algodón. Lo primero que piensa el españolito de a pie es cómo va a aterrizar un avión en esas pistas llenas de nieve y hielo. Pero va, y aterriza. Y lo segundo que piensa el mismo españolito es, que con tanta nieve, en Madrid estaríamos hablando de catástrofe, nevada sin precedentes, temporal y depuración de responsabilidades. Ahí fuera, la vida simplemente seguía su curso.






Recogemos nuestro equipaje en la cinta (por cierto, en tiempo record) y nos diponemos a esperar el embarque del vuelo que nos llevará a Bergen con la compañía Norwegian. Aprovechamos para sacar unas cuantas coronas noruegas y comprar algo de comida en la cafetería. Asomo la gaita a los exteriores del aeropuerto y compruebo cómo sientan a mi cuerpo serrano los aires a temperatura de menos muchos de Escandinavia. Me lleno de orgullo al comprobar que el abrigo Columbia que me regalaron mis amigos en la despedida funciona a las mil maravillas y que soy capaz de aguantar lo que me echen.

Ahora llega el nuevo control de seguridad, donde un guardia noruego con una educación exquisita nos pregunta qué es todo ese material cilíndrico que llevamos en la maleta. Tras comprobar con envidia que se trataba de productos ibéricos y resolver otras dudas pintorescas de nuestro equipaje, nos da el visto bueno. Ale chavales, a navegar con la wifi gratis del aeropuerto.

La sala de embarque parece una biblioteca. Todo el mundo habla en susurros y nadie da una voz más alta que otra. Empezamos a darnos cuenta de que los escandinavos son verdaderamente civilizados.

El vuelo va medio vacío, con lo que nos instalamos a nuestras anchas. El azafato al que podríamos denominar como el "Jude Law de Oslo" apenas da la brasa y se recuesta en el primer asiento esperando el aterrizaje. Admiramos el paisaje de fiordos y montañas nevadas que se ve por la ventanilla y sin darnos cuenta, llegamos a Bergen.

Tras recoger el equipaje que sale por la cinta rebajando el anterior record de Oslo, tomamos un taxi hacia nuestro destino. Son apenas las 7 de la tarde y ya es noche cerrada. Desde el Mercedes clase E se aprecia que en Bergen no hay nieve por las calles, pero sí se ve por las montañas circundantes. En apenas 20 minutos llegamos a nuestra casa, localizada en un precioso barrio de casas de madera del XIX.

Nuestro alojamiento es muy acogedor y rápidamente nos sentimos como en casa. Cae aguanieve y no me resisto a bajar a hacer un poco de compra al supermercado "SAFARI" que hay a un par de calles. Allí compruebo lo poco que cunden las coronas noruegas, pero también que tienen todo tipo de productos y de muy buena calidad. Cenamos algo de salmón y pan de centeno y nos vamos rendidos a la cama.

El día amanece nublado. Después de desayunarnos en casa, salimos a dar una vuelta. La ciudad luce preciosa y da gusto caminar por las callejuelas que desembocan en el famoso barrio de Bryggen.



Sin querer, nos vamos adentrando en la ciudad, que nos fascina. Después de localizar dónde están los principales servicios, decidimos comer algo ligero y curiosear algunas tiendas. Abundan las librerías, los restaurantes y las tiendas de moda, pero sobre todo nos llama la atención la alegría e intensa vida de una ciudad que a priori esperábamos más apagada.

Al atardecer y con la lengua fuera, volvemos a subir todas las cuestas que nos devuelven a nuestra acogedora casita de madera, donde cenamos un poco y nos vamos a dormir.

En la próxima entrada os contaré qué tal en las dependencias del NAV, organismo noruego que se encarga de combatir su casi inexistente desempleo.






martes, 15 de febrero de 2011

Menos 15

La verdad, no sé como empezar... Alguno por ahí diría que hay que empezar por el principio, eso está claro. En mi caso, creo que voy a empezar por el final. El final de mi aventura laboral en España.

Y es que después de mucho tiempo luchando en el mercado laboral español, tiro la toalla. Son muchos años (desde el 99, si no me falla la memoria) luchando por un trabajo digno, reconocido y pagado como corresponde, ni más ni menos.

Pero lo que a priori parece justo e incluso lógico, no es fácil de conseguir. Qué os voy a contar. Y más, en el país de la titulitis. Tengo la desgracia (culpa mía, sin duda) de ser geógrafo. Una de las profesiones menos reconocidas en España y quizá, más vocacionales.

En mi última empresa, ser geógrafo era un problema. Da igual que tengas trabajo que hacer, que lo saques adelante, que aprendas rápido, que seas polivalente. Eso da igual. Eres GEOGRAFO, un pecado mortal. A quién se le ocurre, pudiendo ser ICCP, ITOP o algún otro acrónimo que empiece por "I".

Así, un 15 de diciembre (para poder tener Navidades escolares, claro) vuelvo a meterme en esa espiral de despido, indemnización, desempleo, búsqueda, por qué te despidieron, qué le vamos a hacer, todos estamos igual, CRISIS, reciclaje, pensiones, cotizaciones... A menudo, uno piensa que debe haber algo mejor, que no se puede vivir con una crisis cada 7 u 8 años, que existirá algún lugar donde se valore al trabajador, donde se puedan tener hijos, donde no sea un problema ser joven ni viejo, ni hombre ni mujer...

Nosotros hemos apostado por Noruega como ese lugar donde vamos a intentar vivir y no sobrevivir, donde vamos a trabajar y no a esclavizarnos, donde podremos ser tratados como personas y no como números, donde la igualdad se lleva a la práctica y no se convierte en una utopía. Seguro que estáis pensando que en todos lados cuecen habas, y que todo no puede ser tan bueno. Pero nosotros nos quedamos con lo bueno por conocer, con el ciento volando, y dejaremos atrás, no sin pena, este país que una vez nos formó, que una vez invirtió en nosotros, que permite que el empresario arrase con derechos y personas, que asfixia a los preparados y premia a los listillos y a los trepas. Nos da asco y nos vamos.

Menos 15. Dos semanas para terminar papeleos e historias y buscarnos la vida. Empezaremos de cero, pero con una ilusión que nadie en España podrá quitarnos. Es duro pero reconfortará, lo sé. Seremos inmigrantes sin maleta de cartón, con un idioma indescifrable por aprender y un portátil y unos libros como único legado y nexo con lo que dejamos atrás. Sin más pretensiones os iremos contando cómo vemos la aventura que en menos 15 empezamos.